Nacido en Italia (Cremona, 1501), Giovanni Torriani llegó a España llamado por el Emperador Carlos V y fue nombrado Relojero de la Corte. Uno de sus trabajos más notorios fue el famoso Cristalino, reloj astronómico que le hizo ser conocido en su época, en el cual fue capaz de indicar la posición de los astros en cada minuto con objeto reinterpretaciones astrológicas. Ya en el reinado de Felipe II, fue nombrado Matemático Mayor y volvió a Italia reclamado por el Papa Gregorio XIII para participar en la reforma del calendario. De vuelta en España se le encargó el diseño de las campanas del Monasterio del Escorial. Entre sus otros muchos inventos y diseños destacan una especie de ametralladora y algunas máquinas de volar; aunque sin duda alguna el que más fama le reportó, incluso fuera de España, fue el llamado Artificio de Juanelo.
Instalado en Toledo desde 1534, en 1564 propuso a la ciudad la construcción y el posterior mantenimiento de una máquina capaz de transportar el agua desde el río Tajo hasta el Alcázar, tomado en ese momento como cota más alta de la ciudad. Autorizado a llevar a cabo su proyecto, lo presenta a pleno rendimiento en 1569. El agua se quedaba en el Alcázar, propiedad del ejército, y no se repartía por la ciudad, por lo que el Ayuntamiento no le pagó. Tampoco le pagó el ejército, objetando que aunque se beneficiaba del invento, no había firmado ningún contrato. La solución fue construir otro artificio idéntico junto al primero destinado a la ciudad y cuyos gastos correrían de cuenta del Rey.
El Artificio de Juanelo, situado cerca del Puente de Alcántara, suponía el ascenso de agua por un desnivel total de 100 metros y un recorrido horizontal de 300 metros. Se componía de una presa y dos ruedas motrices a nivel del río, seis estaciones intermedias y 192 cajones dispuestos en armaduras basculantes agrupados en 24 torrecillas intermedias. Tenía capacidad para transportar hasta 17.000 litros de agua cada 24 horas.
Pero después de todo Juanelo no vio ni un mísero ducado de esta obra doblemente realizada. Así pues, en la indigencia, acusado por la Inquisición y tremendamente endeudado con sus proveedores, murió en Toledo en 1585. Sus dos artificios no tardarían mucho más en desaparecer. En 1617, cuando sus descendientes dejan de llevar a cabo el mantenimiento necesario se paraliza su funcionamiento y empiezan a ser saboteados para robar los materiales con que se construyeron.
Cuenta la leyenda que, en esa época de penurias económicas al final de su vida y demasiado orgulloso como para mendigar debido a su brillante pasado, Juanelo construyó un autómata capaz de mover piernas y brazos cuya finalidad era pedir limosna en la calle. Otras versiones dicen que el autómata era capaz de merodear por la zona buscando la caridad de la gente y que hasta hacía una reverencia cuando se le daba una moneda. No hay muchos documentos acerca del autómata, ya que fue quemado cuando Turriano aun vivía, pero sí que ha quedado constancia del punto donde estaba situado: la antigua calle Asaderías, o lo que es lo mismo: la actual calle Hombre de Palo.
4 comentarios:
nuevas nuevas nuevas, k se ha kedao parao!
buena foto y la historia entretenida te doy un 7
me podrias decir un invento de el?
yo te podria decir un invento e el... es que me comas todos los huevos dudados
Publicar un comentario